EL PARÁDIGO DE LA ELECCIÓN
- thomas5jmp
- 15 nov 2024
- 4 Min. de lectura

Acabo de colgar con mi amigo, el piloto. Lleva unos meses de vuelta en Francia, y después de idealizar la situación, fantaseando con un país que ya no existe, llega a la misma conclusión que yo: Francia se ha vuelto insoportable. El clima es opresivo, la gente es cerrada, agresiva, deprimida. Ya no hay energía, solo una pesadez que se siente en todas partes. Europa parece agotada. Hace casi 20 años que conozco a mi amigo, nos conocimos en Miami, y me doy cuenta de que seguimos teniendo las mismas conversaciones. Aún buscamos a la mujer ideal, a la sociedad perfecta. Ya se ha vuelto casi patético.
¿Por qué esta incapacidad para tomar decisiones? Me siento en el balcón con una copa de vino, algunos aperitivos. El sol se pone sobre la montaña, el barrio está tranquilo esta noche. Llovió, el aire está fresco. Pongo Voodoo Child de Jimi Hendrix.
Creo que una de las razones principales de todo esto viene del hecho de que, personalmente, he tenido demasiadas opciones en mi vida. Nos hacen creer que la elección es sinónimo de libertad, pero no estoy tan seguro. De hecho, la abundancia de opciones puede tener el efecto contrario. En lugar de liberarnos, puede paralizarnos, haciendo que cada decisión sea más difícil de tomar. A veces, menos opciones conducen a más libertad, porque elimina la presión de tener que evaluar y comparar constantemente las opciones.
También es esencial redefinir lo que entendemos por libertad. En nuestras sociedades modernas, capitalistas y liberales, la libertad a menudo se ve como la ausencia de restricciones externas, la posibilidad de satisfacer deseos, tener opciones. Pero, por ejemplo, en el budismo, la libertad se define de manera diferente: se trata de liberarse de los deseos, de superarlos. Para mí, la verdadera libertad radica en la capacidad de actuar según la razón y de desprenderse de las pasiones irracionales. Creo que incluso nuestra concepción actual de la libertad es errónea, lo que nos lleva a partir de una base equivocada. En fin, volvamos al concepto de elección.
Esto me recuerda una experiencia de psicología social llevada a cabo por Iyengar y DeVoe en 2003. Los investigadores descubrieron que los empleados premiados con un viaje por su buen desempeño estaban más satisfechos cuando se les imponía el destino, en lugar de cuando tenían que elegir entre varias opciones. Este fenómeno, conocido como el "paradigma de la elección", muestra que demasiadas opciones pueden generar ansiedad y arrepentimiento, ya que las personas comienzan a dudar de su decisión. En cambio, una decisión impuesta elimina esas dudas y proporciona mayor satisfacción.
He tenido demasiadas opciones en mi vida. He conocido a cientos de mujeres, he visitado cientos de ciudades... Cada vez, pensaba que la opción me ofrecía alguna forma de libertad, pero con el tiempo, me di cuenta de que principalmente me dejó con una sensación de vacío, de falta de dirección. Esta abundancia de opciones termina diluyendo la experiencia, quitando la profundidad de cada encuentro, de cada lugar. Todo se vuelve superficial, insatisfactorio. Luego, terminamos pensando que siempre encontraremos algo mejor, que siempre hay una opción más satisfactoria en alguna parte. Esta constante duda se convierte en veneno, en una obsesión que nos impide realmente apreciar lo que tenemos. Cada elección parece limitada por la idea de que hay algo mejor por descubrir, y esta búsqueda interminable nos impide comprometernos plenamente con lo que está justo frente a nosotros. Esta supuesta libertad se convierte entonces en servidumbre a nuestros deseos.
Como dice el refrán: "Lo mejor es enemigo de lo bueno."
Me doy cuenta, no sin horror, de que en prisión, por la ausencia de elecciones, experimento una cierta serenidad que rara vez, por no decir nunca, siento cuando estoy físicamente libre. La privación de opciones, paradójicamente, crea un espacio donde la mente está menos dispersa, menos desgarrada por decisiones que tomar. En este contexto, todo se reduce a lo esencial, y esta simplificación me permite escapar, de alguna manera, del caos mental que genera la libertad. No es por nada que la mayoría de las tradiciones espirituales promueven algún tipo de ascetismo.
Termino mi copa de un solo trago. Este pensamiento me aterra. Cuando soy físicamente libre, soy prisionero de mis deseos, y cuando estoy físicamente encerrado, es allí donde encuentro una forma de libertad mental.
El futuro se ve complicado, y la falta de solución empieza a convertirse en una evidencia.
Una vez viejo, ya no tendré opciones, y solo me quedarán los arrepentimientos, pensando en todas las mujeres que dejé pasar.
Me sirvo otro trago y lo bajo rápidamente. Incluso me siento encarcelado dentro de mí mismo, sin saber cómo expresar esta extraña sensación. Hay una limitación que no puedo describir, como si algo me estuviera reteniendo, pero que no puedo comprender ni explicar.
Un solo interminable de Jimi Hendrix, psicodélico, aumenta la ansiedad. Las notas se estiran, flotan en el aire, amplificando esta sensación de asfixia, como si la música misma se mezclara con mis pensamientos desordenados, sumergiéndome aún más en esta sensación de pérdida de control.
Cierro el laptop un poco demasiado fuerte, y el sonido se detiene. La presión disminuye. Oigo la música del bar de abajo. Voy a bajar a tomar unas cervezas y hablar de todo y de nada con los borrachos. Eso me relajará.
Al menos todavía tengo la opción de ir a emborracharme...
En este mundo donde me ahogan con opciones, es casi tranquilizador saber que, al final, una de ellas consiste en borrarme, un trago a la vez.
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